Emilio Rotela 2013

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viernes, 23 de mayo de 2014

Emilio Rotela: Vivir en un país al revés.

Los acontecimientos socio-económicos por lo que el país todo está atravesando nos impulsa cada día mas a la disyuntiva de pensar que este país verdaderamente se ha transformado en “el reino del revés”. Para el común de los argentinos que desde chicos, y que no pertenecemos a estas últimas décadas, hemos aprendido que la educación y el trabajo son los impulsores de un futuro digno para nosotros mismos y la futura familia a formar.


Pero en esta última década esta perspectiva de desarrollo social y humano ha sido totalmente desvirtuada a causa de las malas políticas sociales y económicas que han llevado a esta degradación de valores en nuestra sociedad. Desde toda la vida el trabajo ha dignificado al hombre y es lo que le da un sentido a nuestras vidas y crea un vínculo hacia un futuro de progreso.

La instrumentación de las políticas populistas de este gobierno a lo largo de esta década ha desvirtuado estos sentimientos, y su economía basada solamente en el incremento impositivo sobre los asalariados, para según ellos dar a los que menos tienen, y la falta de creación de fuentes genuinas de trabajo han llevado a miles de compatriotas al facilismo subsidiario y a la más baja manera de clientelismo político.
Hemos llegado a casos en que una familia que se encuadre dentro de todos los requisitos que el gobierno requiere par ser subsidiada cobra más que aquella que tienen un  trabajo y que día a día se esfuerzan por mejorar, pero que dada las circunstancias económicas inflacionarias, en la mayoría de los casos no llegan a fin de mes, sumergiéndolas cada vez en su desaliento de un futuro mejor. Aquellos que con gran esfuerzo han podido estudiar y obtener un título con el fin de poder desarrollarse y crecer dentro de una profesión con la cual dignamente dar a su familia un pasar mejor también se sumergen en la desazón de no poder brindar a los suyos un presente con perspectivas de un futro digno.

A tal punto hemos llegado que en la mente de muchos argentinos ha generado una verdadera disyuntiva que plantea una duda, ¿conviene estudiar, trabajar, esforzarse? El surgimiento de estas dudas han sido el quiebre social que permitió la institucionalización en nuestro pueblo de la corrupción, la inseguridad, la falta de justicia, el asilamiento y la pobreza entre otros.
Pero como todas las cosa, y por gracia de Dios todo tiene un fin, y en este momento este gobierno está demostrando que el relato de su historia de un país de maravillas, solo para ellos y sus allegados y aplaudidores más cercanos, ha llegado y tocado fondo. Las incongruencias sociales y económicas acrecentadas por su desgobierno y la utilización descarada de la publicidad estatal  solo es un hilo de humo ante la triste realidad que vivimos millones de argentinos.

Ante toda esta situación, creo que es hora que la clase política y porque no todos los trabajadores debamos pensar de qué forma, una vez finalizada la era KK, incluir a esos miles de compatriotas nuevamente al círculo laboral, con la creación de fuentes genuinas y dignas de trabajo. Como vamos a seducir a nuestros jóvenes que se acerquen a la educación o a un oficio que los ayude en sus vidas. Y esto no deberá ser solo  discurso de campaña y electoralista, ya que los tiempos y las circunstancias ameritan soluciones a corto y mediano plazo.

Esto es un reto para los futuros gobiernos que vengan, porque mas allá de una recuperación económica, esta la recuperación de parte de una sociedad viciada por el asistencialismo estatal de estos años. No en vano desde los distintos sectores del trabajo decimos que la dignificación del hombre y la familia nace y crece con el trabajo y la educación. 

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